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Rutinas en un Armando: Pizzas en familia

Nos encanta pensar en esas rutinas familiares que repetimos, a veces por años, y tienen un impacto profundo en nuestro estilo de vida, incluso cuando ya las hemos dejado atrás. Cuando era chico, la familia de Alvaro Bellido tenía una muy especial: los miércoles de parrillada. Era un momento para poner a un lado el trabajo, los estudios y cualquier preocupación cotidiana, y estar juntos en un plan relajado y divertido. Con el tiempo, hasta los amigos se empezaron a sumar al plan. Es una tradición que se quedó con Alvaro.

Ahora que ha formado su propia familia con su esposa Cristina y sus hijos Santiago de 4 años y Tomás de 1 año, ha replicado la costumbre familiar, pero a su estilo.

El comedor, la sala y el balcón conectados, que caracterizan a este departamento de 160 m² en el Armando Paredes de Santa Isabel, conforman el área ideal para que, una vez a la semana, usualmente los miércoles o jueves, hagan una parrillada o preparen pizzas al horno los cuatro juntos. “Para mí es importante, porque es un momento para conectar y conversar con mis hijos. Es un canal de comunicación y confianza. Cuando sean grandes y tengan problemas más complejos, será un espacio para poder abrirnos, una dinámica a la que estaremos acostumbrados”, dice Alvaro.

Se mudaron a este depa en Miraflores hace más de un año, luego de vivir en México por trabajo. Conocían el edificio, porque su cuñado compró en uno de los pisos, y estar cerca de la familia era uno de sus deseos tras ese tiempo en el extranjero. Estando fuera, Alvaro se dio cuenta que los espacios que más utilizaban y unían a su familia eran la sala y el comedor. Él y su esposa querían un departamento que integre esas áreas con fluidez, un hogar con una disposición que acoja, conecte y acerque. La iluminación natural del edificio de Armando Paredes, que les generaba una sensación de calidez, y los techos de 2.7 metros de altura también los cautivó. 

En casa, las obras de la pintora Lola Schröder, la abuela de su esposa, y del fotógrafo Mariano Zuzunaga, su tío, así como de Mateo Liébana, Aaron López, Valentino Sibadon y Eduardo Tokeshi, adornan sus paredes. Algunas piezas marcan hitos familiares, como la foto de Edi Hirose que Alvaro le regaló a Cristina por su matrimonio civil, o la obra de Jorge Cabieses que adquirieron cuando decidieron que era momento de tener hijos. Las manchas en los sofás o los juguetes en el piso también traen color a casa y no los asustan, porque son señales de un hogar vivido.

Si toca parrillada, no puede faltar el queso paria, chorizos y una buena carne. Santiago no perdona si no hay entraña para picar. La pizza es la favorita de Cristina. Cada vez que llega la noche de pizzas, luego del trabajo, ponen los ingredientes —desde burrata hasta jamón—sobre la mesa de mármol del comedor y los cuatro participan en la preparación de la pizza. Puede ser una margarita, americana, caprese o algún invento creativo. A los chicos les encanta mirar sus preparaciones en el horno Ooni que está en el balcón y esperar a que las pizzas estén listas. 

Luego de comer juntos, sacan los juguetes de los chicos y, mientras ellos juegan, Alvaro y su esposa conversan tomando un buen vino. “La paternidad es la mejor experiencia que he tenido en mi vida”, asegura Alvaro. “Mi trabajo es demandante, pero busco el balance y poner límites. Quiero ser un papá presente y que tengan estas experiencias como recuerdos y, cuando tengan sus familias, sean igual de cercanos que nosotros”. Nada como estar en casa para conectar. 

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