Llegó a Lima hace siete años. Antes de eso, Priscilla Sotela ya se había ido de su natal Costa Rica a Panamá, así que la mudanza de países no era cosa nueva. Además, Perú no le era ajeno, pues su esposo había vivido en Lima y sus suegros seguían aquí, así que Priscilla estaba familiarizada con la ciudad y tenía amigos y conocidos que la esperaban.
Fue en Lima que empezó su proyecto artístico. Antes de eso, el arte siempre había sido parte de su vida, aunque no expresado con pintura y pincel, ni de manera profesional. Priscilla estudió tres años de arquitectura, también abrió una tienda de ropa y fundó una marca para niños; luego estudió fotografía y diseño gráfico. Para una persona con muchos intereses puede resultar difícil enfocarse en uno solo: Priscilla piensa que todo se complementa. “Yo fui estudiando las cosas que me llamaban la atención en el momento, todas relacionadas con arte y con diseño. Y a todo le fui sacando provecho”, asegura.
Cuando llegó a Lima con sus dos hijos muy pequeños, decidió tomarse un tiempo para ver qué iba a hacer laboralmente. En ese ínterin, construyeron su casa de playa. Si bien ella no la diseñó, Priscilla participó en todo el proceso. Y al verla terminada y vacía, se animó a empezar a pintar para adornarla. Con miedo, con mucho respeto en un inicio. La pandemia encontró a su familia viviendo en esa casa, y de pronto ella se vio rodeada de muchas paredes como lienzos en blanco y con todo el tiempo del mundo. Esa fue la gran motivación.
“En ese momento no tenía idea de nada. ¿Por dónde comienzo? ¿Cuál va a ser mi estilo? ¿De dónde viene esto que quiero expresar?”, recuerda Priscilla. Así que se animó a probar de todo un poco y dejar que su proceso creativo fluya. Desde entonces, su estilo basado en lo arquitectónico y en la conjunción de geometría y bloques de color ha evolucionado hasta tomar incluso formatos muy grandes e instalaciones. También ha tenido unas primeras experiencias con la intervención de mobiliario.
Su taller queda en el tercer nivel de su casa de Lima. Todas las mañanas, hasta que sus hijos regresan del colegio, las dedica a su arte. Su trazo estructural y lógico trasciende el soporte y se refleja en su espacio de trabajo: Priscilla necesita tener orden a su alrededor para crear. Incluso si a veces trabaja en varias obras a la vez, hay secuencias, repisas y cajas de almacenamiento, hay limpieza y aire. “Mi taller, para mí, es meditativo. Siempre tengo el mismo playlist andando y me puedo pasar horas en esa calma”, explicó la artista.
Esa lista de reproducción, titulada “Pintando”, tiene música de José González, Bon Iver, Ziggy Alberts, Nick Mulvey y Vance Joy. En este momento, se le ha dado por escuchar “Paper Aeroplane” de Angus & Julia Stone en repetición, e incluso baila un poquito mientras trabaja.
Desde que se decidió a explorar su vocación artística, muchas situaciones nuevas han aparecido para Priscilla Sotela. Por ejemplo, tuvo una exposición en el antiguo showroom de Tregua. Como consecuencia de esa muestra, las sinergias se dieron. Así, a finales del 2022, una de sus piezas serigrafiadas se hizo parte de la colección de arte de Armando Paredes que le gusta compartir con su familia y amigos. “Fue muy interesante, nunca había hecho algo así”, recuerda Priscilla. “Definir los colores, buscar el papel adecuado y luego ¡firmar las serigrafías! Todo fue parte de una experiencia que me encantó. Es lindo pensar que hay tantas casas que han recibido y tienen algo mío…”.
Este año, la consigna en el taller de Priscilla Sotela es explorar. Ha colgado un cartel que dice “Play more” para recordar siempre que es necesario perder el miedo. “Hago arte con mis hijos todos los días al jugar con ellos: armando LEGO, jugando con bloques o con plastilina, pintando rocas, y les encanta a ellos y también a mí”, cuenta. “Me di cuenta de que mi arte no tiene por qué estar solo en un lienzo y ahora quiero probar hacer otras cosas, quiero darle volumen y ver qué sale de ahí”.