Hace menos de un año, Cristina Cillóniz desarrolló su proyecto más íntimo: remodelar el dormitorio de su primer hijo, Cristóbal, para recibir al segundo, el pequeño Iago. Con buen gusto y mucho arte, la ilustradora naturalista repensó cada elemento para adaptarlo a sus nuevas necesidades. Además, demostró que el cuarto del bebé puede ser también un nuevo statement estético en casa.
La primera elección fue el color. Cristina optó por una paleta en la que predomina el verde, su preferido, pero puso especial énfasis en buscar tonalidades luminosas. “Un niño trae luz a tu vida. Los ves y te sale una sonrisa, es la pureza máxima. Por eso yo los relaciono con la luz”, comenta. No todo tiene que ser pastel, hay otros tonos alegres, tranquilos o neutros que cumplen esa función luminosa. Sobre el color, se puede empezar a jugar con los diseños y las texturas.
Si las paredes son monocromáticas, Cristina sugiere incorporar más color en los cubrecamas, los cojines y las alfombras. La idea es alternar entre lo limpio y lo recargado, sin caer en ninguno de los extremos. En el cuarto de Cristóbal y Iago, la base fue el verde y un gris muy claro, ambos dispuestos sobre murales de líneas rectas y simples, para que fueran combinables. Así, la camita nueva podría tener vibrantes estampados de naturaleza con abundante color, que a su vez conversaran con el tema principal del ambiente: los cactus.
La naturaleza es su máxima inspiración, por eso Cristina decidió darle vida a la arquitectura usando un motivo que le fuera afín, sin caer en lo femenino. Por eso los cactus fueron la solución perfecta. Estos aparecen en elementos decorativos y cuadros hechos por ella misma, pero el plan es desarrollar un mural más adelante.
En cuanto a las texturas, para la artista el cuarto de un bebé evoca lo suave y acolchonado; todo aquello que a uno le hace pensar en abrazar y sentir calidez. Prefiere las formas redondeadas y las fibras orgánicas y delicadas al tacto, ya sea en las mantas, cojines o mobiliario, como en el caso del puf con forma de oveja que ha colocado en una esquina. Pero al final, para ella, la espontaneidad es la clave: “prefiero que no todo sea tan pensado, sino que se vaya armando para hacerlo natural y vivible”, explica. “Yo planeé todo el cuarto, pero luego fueron pasando cosas que me llevaron por otro lado, y ahora me encanta cómo está, porque siento que es real. No es el cuarto ‘ideal’, pero sí soñado para nosotros”. Mientras sus hijos evolucionen, el cuarto también cambiará, pero por ahora, tiene justo lo que necesita.