No cabe duda de que los procesos creativos de gente que admiramos son una fuente de inspiración. Luminarias de la escritura como Ernest Hemingway, Jack Kerouac, Susan Sontag, Henry Miller, Murakami, entre otras tantas, comparten con nosotros en este post su rutina diaria antes, durante y después de jugar con las palabras.
Ernest Hemingway, que se hizo famoso por escribir de pie, dice lo siguiente sobre su proceso creativo:
«Cuando estoy trabajando en un libro o una historia, empiezo a escribir tan pronto como me sea posible. A esa hora de la mañana no hay nadie ni nada que pueda distraerte. (…) Cuando terminas te sientes tan vacío, pero a la vez tan lleno de ideas, como cuando has hecho el amor con alguien a quien amas. Nada puede hacerte daño, nada malo puede pasar, nada es importante hasta el día siguiente, cuando vuelves a hacerlo. Es la espera hasta el próximo día lo que es difícil de atravesar.»
Susan Sontag, por otro lado, cuenta que:
«Almuerzo sólo con Roger [Straus]. (‘No, no salgo a almorzar.’ Pero puedo romper esta regla una vez cada dos semanas.)»
«Escribo con un plumón, o algunas veces con un lápiz, en hojas amarillas o blancas de un ‘legal pad’, ese fetiche de los escritores norte-americanos. Me gusta la lentitud de escribir a mano. (…) Hago correcciones tanto a mano como en la máquina de escribir, hasta que ya no puedo ver cómo mejorarlo. Hasta hace 5 años, ese era el proceso. Desde entonces hay una computadora en mi vida.»
¿Qué pasaría si seguimos al pie de la letra todos estos rituales y supersticiones? Nos quedamos con las palabras de Julio Ramón Ribeyro al final de su famoso decálogo del cuento: “(…) lo más aconsejable es transgredirlo regularmente, como yo mismo lo he hecho. O aun algo mejor: inventar un nuevo decálogo”.
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Fuente: brainpickings.org