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Todo está en los detalles

Llegaron a este departamento hace dos años. Inicialmente, Mario Blaustein y Juan Ignacio Camet no pensaban quedarse tanto tiempo, pero el tríplex en el Armando Paredes de Alfonso Ugarte, en Barranco, les encanta tanto como el primer día que lo vieron. Ellos han vestido los acabados industriales del edificio de lofts con su estilo muy particular, y han hecho de este departamento un espacio acogedor, lleno de detalles inesperados.

La pareja vivía en La Molina y quería un cambio de vecindario. Buscaba algo “céntrico y caminable”, donde pudiera pasear a sus cinco toy poodles con tranquilidad. La decisión fue casi a primera vista: el lugar está rodeado de bares y movimiento barranquino que ambos disfrutan, pero dentro del edificio se siente absoluta calma. Era una buena combinación.

Mario codirige Matteria, un estudio de decoración y diseño de interiores, junto a Isabella Bertello, su suegra. Lo empezaron en un momento en el que estaba en tendencia la decoración minimalista, y ambos buscaban expresar otro estilo, más cálido, rico y atemporal. “Isabella es una profesora increíble. Me ha ‘reventado la cabeza’ de formas que no imaginaba. Ha sido un lindo camino y un aprendizaje intenso”, cuenta Mario sobre el trabajo conjunto en el estudio. Para él, es importante poder crear un espacio verdaderamente personal, más allá de cualquier moda.

El tríplex es abierto y moderno, así que los objetos y muebles que buscaron estaban pensados para lograr un equilibrio de funcionalidad y estética, así como un ambiente acogedor que pueda integrar diversos estilos. Fiel a su filosofía como decorador, Mario necesitaba lograr un espacio cálido y cómodo que se acomode a sus rutinas, algo especialmente importante para Juan Ignacio, quien trabaja desde casa.

En este depa, es clave la sensación de altura que se crea con respecto al techo de la sala. Sobre el área social, como en un altillo, se encuentra el dormitorio. Mario decidió colgar una araña de cristal, de tal manera que la lámpara atraviesa ambos ambientes y cuelga sobre la sala. El rosetón en la base complementa el estilo del colgante que eligió. Ese es el nivel de atención que tienen en su decoración.

La cocina pasó por una transformación. Era importante conservar la practicidad del kitchenette, ya que Juan Ignacio disfruta cocinar. Movieron la refrigeradora a un armario cercano, y cambiaron el estilo de los aparadores, para que coincida con los tonos más oscuros de la sala. Una mesa de juegos, con cajones para cartas y fichas, está al centro de ambos ambientes, con las puertas del librero como fondo. Mario no se quiso deshacer de ellas y unos retazos de papel tapiz lo inspiraron a crear esta suerte de instalación casera

“Muchos de mis clientes, como yo, aman las antigüedades. Y a mí me gusta proponer piezas que rompan un poco la línea, con detalles inesperados”, explica Mario. Su departamento responde exactamente a ese deseo: es una colección de objetos reimaginados para un departamento a medida de la personalidad de sus ocupantes. 

El biombo chino de la sala, por ejemplo, había estado en la cabeza de Mario desde hace tiempo, hasta que lo encontró hace unos meses en una de sus tantas visitas a anticuarios. No solo cumple con su deseo visual, sino que sirve para darles mayor privacidad sin reducir demasiado el ingreso de luz natural ni la ventilación. 

Otra de sus piezas favoritas solía ser un florero o terrario de vidrio fundido, como una gota cayendo sobre una base de madera. Apenas Mario lo vio, se enamoró y, como a muchos de sus objetos de colección, decidió darle un uso diferente. Lo convirtió en una pecera que donde nadan dos carpas pequeñas, algunos peces de tonos tornasolados lilas y azules, y un grupo de “peces limpiadores” que traen equilibrio al espacio. Un buzo con escafandra encuentra una ligera simetría con la máscara steampunk, del carnaval veneciano, que adorna la pecera y que fue un regalo de sus suegros.

Reusar lo propio es importante. El secretaire de madera que colocaron en el ingreso al depa era una mesa de noche en su departamento anterior; el librero era de la abuela de Juan Ignacio y parece diseñado para el doble techo. Mario aprovechó su solidez para poner objetos encima y darle así más altura y peso visual. 

“Me encanta que cada pieza tenga vida, que todo venga con una historia”, dice Mario. “Quería que esta sala se sienta como una biblioteca antigua, donde alguien ha ido acumulando recuerdos de viajes”. Todos los objetos están conectados por el hilo invisible de su estética y conviven rodeados por plantas de verde intenso. A ambos les encantan las plantas y Mario no se imagina un espacio cálido sin ellas. 

En el segundo piso está su dormitorio. En la esquina han puesto un busto de apariencia histórica: cuando se mudaron, se dieron cuenta que desde la terraza podían ver un techo vecino, donde estaba este pedazo de escultura abandonada. La veían cada vez que pasaban un rato en la terraza, hasta que Juan Ignacio decidió que debían tenerla –“rescatarla” de alguna manera–. Juntos, fueron a conversar con el vecino: era un hombre mayor, quien les confesó que hacía muchos años, uno de sus hijos había tumbado esa estatua en la calle y se había llevado el busto roto. “Estaba contento de deshacerse de la pieza, creo que le quitamos un peso de encima”, se ríe Mario. 

La cabecera de la cama viene de su departamento anterior, y solía ser el doble de grande, pero la adecuaron al nuevo espacio. Cada uno se mandó a hacer una mesa de noche de acuerdo a sus necesidades. Mario tiene tres candelabros sobre la suya, porque no quería lámparas cerca, a diferencia de Juan Ignacio, quien necesita más luz. Son elecciones que no buscan ser simétricas, sino complementarias. Al final, un depa bien logrado no es donde todo se ve parejo y perfecto, sino donde todo se siente en su sitio. Cuando eso pasa, simplemente no provoca irse.

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