Fernando estudió Arquitectura en la Universidad Nacional de Ingeniería, pero unos años más tarde, nos regaló la decisión de entrar a la Escuela de Artes de la Católica (PUCP), donde fue discípulo del expresionista austriaco Adolf Winternitz.
En 1947, creó junto a Emilio Adolfo Westphalen (poeta) la revista cultural Las Moradas, donde mostró su inicial influencia cubista. Años más tarde, viajó a Francia y su carrera dio un giro luego de involucrarse con el surrealismo y el arte abstracto.
El contacto con las corrientes artísticas europeas combinado con su interés en el arte precolombino lo llevó a expresar las temáticas indigenistas a través de un estilo no figurativo. Ésta síntesis de tradición y vanguardia lo convirtió en uno de los principales exponentes del arte moderno latinoamericano.
Fernando fue un fan y promotor de la literatura (la cual curiosamente catalizó su vocación por el arte), y siempre estuvo vinculado a ella. Fue hijo de María Valdelomar, hermana de Abraham (el escritor), se casó con la poetisa Blanca Varela y fue muy amigo de Maria Vargas Llosa. Además, durante su viaje a Francia, se movió en los círculos literarios de Octavio Paz (México), Julio Cortázar (Argentina) y el poeta y André Breton (pionero del surrealismo).
Su fallecimiento al lado de Lila, su segunda esposa, supone una lamentable pérdida. Sin embargo, Fernando nos deja un importante legado artístico y cultural, acompañado de una valiosa lección: el uso de un lenguaje vanguardista extranjero no debe suponer la pérdida de la identidad cultural; al contrario, puede potenciar la expresión de nuestra cultura y debe ir acompañado de un compromiso político y humano.
Si quieres conocer más sobre este artista, te recomendamos leer su libro de memorias «La vida sin dueño».
Fuente: BBC, Diario Correo.
Imágenes: Revista de Artes.