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Crecer con tu casa

Antes de que Carlos Zuzunaga y Mónica de la Villa se muden temporalmente a Nueva York, él había elegido un departamento en el Armando de Pedro Martinto. Para cuando les tocó volver a Lima sabían que querían seguir en Barranco, y que querían vivir en Sáenz Peña. Eso lo tenían claro. El resto fue dándose de forma natural, sin apuro. Ellos prestan atención a lo que su espacio interno y externo necesitan. Por eso, perciben cuando es tiempo de cambios.

Llegaron al nuevo Armando en Sáenz Peña: primero, pensaron en elegir un departamento en un piso bajo, pero luego surgió otra alternativa –la señal: se liberaron dos departamentos del último piso, y estaban a tiempo de juntarlos.

Con una familia en expansión y muchas ganas de aprovechar al máximo el potencial de su nuevo hogar, empezaron a divertirse con el diseño. “A Carlos le gusta jugar con los planos y a mí, cuando el espacio ya está terminado”, cuenta Mónica. Él está constantemente creando nuevos proyectos en el depa: intercambiar ambientes, nuevos muebles, distinta disposición del arte… Es una manera de adaptar el depa a las
transformaciones de su vida conjunta. “Es como una manera de mudarte, sin mudarse”, comenta Carlos entre risas.

Antes, los chicos tenían habitaciones separadas. Hasta que un día dijeron que querían dormir juntos. Con algunas dudas, decidieron abrir uno de los cuartos y crear un estar familiar al lado del comedor. Diseñaron también otra cocina que conecta con la terraza, y donde Mónica (la gourmand oficial de la familia) es feliz. “Es bonito tener proyectos como pareja o individuo, son como pequeñas fábricas de ilusión”, apunta ella. “Creo que es una bonita manera de mantenerte contento”. Afortunadamente, el espacio lo permite, y el edificio y la comunidad con la que comparten, también.

¿Qué les enamora de su barrio? Prácticamente, todo. No necesitan movilizarse en carro, caminan y descubren lugares casi a diario. Disfrutan de la arquitectura que los rodea y encuentran actividades de cualquier tipo. Además, estar tan cerca del mar los llena de calma.

“Son pocas las veces en las que salimos buscando algo que no podamos encontrar en Barranco”, reflexiona Mónica. Quizás también porque realmente lo pasan bien solo estando en casa. Aun durante la cuarentena se sentían verdaderamente a gusto. Armaron una piscina pequeña para los chicos en la terraza, disfrutaron del segundo piso que acababan de terminar, con un cuarto de juegos para los niños, y una vista que alcanza el mar.

Mónica y Carlos han encontrado que cada ambiente de la casa tiene “su momento”. Pueden aprovecharlos en soledad, en pareja o en familia. Con amigos o en la intimidad del clan. El hecho es que su depa va mutando, se transforma con ellos. Y así, una y otra vez, se convierte en su lugar ideal.

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